El ejercicio actual de la medicina puede definirse, según E.D. Pellegrino (1), como un cuerpo disciplinado de conocimientos cuyo fin último es alcanzar la perfección de los cuerpos vivos. El punto de partida de dicha disciplina es la experiencia y el conocimiento sobre la relación entre los síntomas corporales y los remedios terapéuticos existentes.
Durante mucho tiempo los errores han formado parte de la práctica médica asistencial ya que, como en toda actividad de los seres humanos, la perfección absoluta, continua y en todo momento, no parece ser un patrimonio común de la humanidad. Sin embargo, se ha asumido que, por el bien de los enfermos, sería mejor ocultar dichos errores para que se mantuviera la confianza de la sociedad en el sistema sanitario.