El proceso de aprendizaje en el campo de las ciencias de la salud y más específicamente en lo correspondiente a la cirugía, con su consiguiente adquisición progresiva de responsabilidades, debería suponer un desafío ético para todos aquellos que participan en él, tanto médicos en formación como docentes. De hecho, el objeto de ese aprendizaje no es sólo el dominio de una técnica más o menos compleja, sino el logro directo de la recuperación de la salud del ser humano que se confía a nuestros cuidados asistenciales.