La reciente aprobación del anteproyecto de Ley de Investigación Biomédica por el Consejo de Ministros nos debería hacer reflexionar sobre lo que supone convertirnos en el cuarto país europeo, junto con Suecia, Bélgica y el Reino Unido, que autoriza la investigación en clonación terapéutica.
Esta técnica persigue la obtención de células madre mediante la transferencia del núcleo de una célula adulta a un óvulo sin núcleo, para crear tejidos que serían implantados al donador de dicha célula adulta evitando el rechazo inmune.
Desafortunadamente, los supuestos avances en este campo de investigación han quedado en entredicho después de que se conociera con estupor que los experimentos del coreano Hwang Woo-Suk eran un gigantesco fraude. Confirmando lo lejos que se está de considerar a esta técnica de investigación como prometedora, Tanja Dominko, que ha dedicado gran parte de su labor investigadora al intento de clonación de primates, declaraba en The New York Times: «si se quiere que la clonación sea algo con valor comercial, no sólo tendrá que conseguirse mucho material, sino lograr que el proceso sea repetible. Su éxito no puede seguir estando en un 1 ó 2 por ciento. Un promedio de un 2 por ciento no es un éxito, es un accidente biológico».
Por si esto fuera poco, es conocido que para la posible obtención de un solo embrión clonado es necesaria la repetición del experimento cientos de veces, lo que implica disponer de una gran cantidad de óvulos extraídos de supuestas voluntarias a las que habrá que «compensar» económicamente. Esta situación conlleva ineludiblemente una instrumentación de estas mujeres, sin beneficio alguno para ellas, que ya ha sido denunciada ante el organismo competente de la ONU por la asociación New Women for Europe.
Diferenciación demostrada
Además de las dificultades técnicas del proceso, esta legislación se enfrenta con la contradicción de que se opone al Convenio de Biomedicina del Consejo de Europa, que prohíbe expresamente la creación de embriones para investigación, ya que parece contrario a la ética más elemental crear vida humana para destruirla poco después.
Se ha intentado cerrar en falso este debate aduciendo que el embrión en la primera fase de su desarrollo -en la que sería destruido para obtener las tan codiciadas células madre- sería sólo un conjunto de células indiferenciadas, pasándolo a llamar desde el Ministerio de Sanidad «óvulo activado» o «preembrión» para poder esquivar la normativa europea. Sin embargo, los trabajos de Zernicka-Goetz, publicados en Nature en 2002, han demostrado que existe diferenciación desde la primera división celular del cigoto. Pretender rehuir o minusvalorar estos hallazgos y su correspondiente conclusión de que estos embriones son un organismo vivo autorregulado en su proceso de desarrollo, que constituye el principio de la vida humana, sólo puede ser explicado desde la ignorancia.
Por otra parte, la aplicabilidad de esta técnica a la clínica humana, pretendiendo eludir la terapia para evitar rechazos al implantar tejidos inmunológicamente no compatibles, ha sido cuestionada desde varios ángulos.
En primer lugar, es conocida la aparición de tumores al implantar células madre embrionarias en órganos adultos, ya que la excesiva pluripotencialidad de estas células al dividirse no puede ser controlada, tal como ha destacado en varias ocasiones Catherine Verfaillie directora del Stem Cell Institute en Minnesota, Estados Unidos. Esta investigadora advierte del alto riesgo de desarrollo de teratomas de forma muy rápida y espontánea en ratones a los que se implantaron células embrionarias en el cerebro con el intento de controlar una patología similar al Parkinson.
En segundo lugar, cada vez es más evidente que algunos científicos han hecho promesas exageradas. Un ejemplo es la esperanza creada en los enfermos de diabetes sobre la posible diferenciación de células madre embrionarias en células productoras de insulina. Desgraciadamente, poco tiempo después de que esta noticia llegase a los medios de comunicación, el equipo de Robert Lanza notificaba en Scientific American que estas células sólo absorbían la insulina de su medio de cultivo en lugar de producirla.
Una cuestión obvia
A pesar de todo esto, aún se sigue presentando el debate sobre la utilidad de las células madre y la clonación terapéutica como un tema político y, mientras tanto, se recuerda repetidamente que hay un importante consenso a nivel mundial en no aceptar la clonación reproductiva. Pero, a estas alturas, ¿todavía cree alguien que si se disponen de los medios técnicos, y no se mantienen los impedimentos legales para la clonación terapéutica, se va a evitar la clonación reproductiva?. De hecho, esta obviedad se encuentra en la base de la negativa de las diferentes legislaciones que prohíben la clonación.
Sin embargo, aún nos podríamos preguntar: aunque ofrezca muy escasas posibilidades de éxito, ¿es la clonación el único método de investigación para obtener células madre evitando los previsibles rechazos inmunológicos?.
Como respuesta a esta cuestión, García Olmo, investigador del Hospital La Paz, en Madrid, recordaba recientemente en un simposium de medicina regenerativa los importantes avances de los ensayos clínicos llevados a cabo en clínica humana realizados con células madre obtenidas de tejidos adultos.
Se han utilizado células madre procedentes de biopsias musculares en el tratamiento de los infartos de miocardio; se han tratado enfermos de Parkinson con células del glomus carotídeo; la regeneración ósea se está mejorando en casos de pseudoartrosis enriqueciendo el área dañada con células de la médula ósea, y también se están comunicando buenos resultados con esta terapia en el tratamiento de enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple, la artritis reumatoide juvenil yt el lupus eritematoso sistémico. Además, uno de los últimos logros ha sido la reconstrucción de vejigas en enfermos diagnosticados de espina bífida utilizando células obtenidas a partir de una pequeña biopsia del propio órgano dañado.
Si revisamos los datos del registro de ensayos clínicos de Estados Unidos, podemos observar que en julio de 2005 había inscritos 228 ensayos, de los cuales todos salvo uno tenían como sustrato el uso de células madre obtenidas del ser humano adulto o del cordón umbilical, y todo ello sin necesitar de la clonación.
Dr. José Jara Rascón
Presidente de la Asociación de Bioética de la Comunidad de Madrid
(Diario Médico 3/10/2006)