La reproducción humana se ha ido separando progresivamente de la sexualidad y de la familia, y el proceso paulatino de tecnificación sobre cómo se convoca a la vida a las personas, ha ido dando paso también al utilitarismo a la hora de evaluar sus resultados. Una sociedad tecnológica de marcado espíritu eficientista no encuentra razones para poner límites a las acciones que puedan resultar de utilidad, según la máxima tecnológica: lo que se puede hacer, se debe hacer.
Esta cortedad de miras, nos lleva a una auténtica pendiente resbaladiza. La situación ha evolucionado en pocos años prodigiosamente y nos encontramos permitiendo técnicas que prohibimos anteriormente, cuando autorizamos otras que habíamos dicho que nunca admitiríamos. El galimatías es intencionado.
La ley de investigación biomédica da una nueva vuelta de tuerca a la instrumentalización de los embriones en dos aspectos hasta ahora completamente vetados: la clonación humana y la utilización de embriones vivos, que se consideran no viables, ambos con fines de investigación. También desarrolla ampliamente la equiparación del embrión preimplantacional con el mero material biológico, en la línea de la reciente reforma de la Ley de Reproducción Asistida. Es, por tanto, una ley muy ambiciosa, en cuanto al intento marcadamente ideológico de autorizar una investigación sin límites sobre seres humanos que, por la situación en la que se encuentran, no pueden defenderse.
La propia ley reconoce que las opciones de investigación que intenta promover plantean serios problemas de naturaleza ética. Para solucionar estos problemas utiliza dos estrategias principalmente:
Por un lado, redefine la realidad. Dogmatiza, intentando inculcar definiciones imposibles, que están en contradicción con los conceptos básicos de la biología, ratificados por los descubrimientos de los últimos años.
1.- El concepto de preembrión se apoya en descripciones biológicas trasnochadas o peor aún, en consideraciones pseudocientíficas.
2.- Se afirma que “La investigación con gametos, embriones o células embrionarias se ha hecho imprescindible en el ámbito de la terapia celular y la medicina regenerativa”, ignorando por completo los descubrimientos más recientes, que abren la puerta a la obtención de células pluripotenciales de origen no embrionario, mediante la inducción de la pluripotencia sobre células somáticas utilizando factores de transcripción del comienzo del desarrollo, como Nanog, Oct3/4 y Sox2 y genes sobreexpresados en tumores como Stat 3, el E-Ras, c-myc, β-catenin. Por ésta y otras razones, como la amplia aplicación terapéutica ya demostrada de las células multipotenciales, es más bien lo contrario.
3.-La constante coletilla aplicada a los embriones: “no creados específicamente con este fin” (de investigación). Esta afirmación no hay manera de sostenerla en la transferencia nuclear porque no existe ninguna otra posibilidad razonable por la que el ovocito haya sido activado, si no es para obtener un embrión clonado del que extraer células troncales para la investigación.
Finalmente, por otro lado, intenta a toda costa dar la impresión de que se atiende a los problemas éticos, burocratizándolos e institucionalizando una alianza con una bioética meramente de procedimientos que ha demostrado no ser ningún freno a los enormes intereses creados en la industria biotecnológica.