La respuesta a esta pregunta no es sencilla, depende de lo que entendamos por ética. Si por ética entendemos la visión de cada hombre acerca de lo que debe hacer o no, se podrá decir que hay muchas éticas pues es obvio que hay muchos modos de ver las cosas.
Si en cambio entendemos por ética una parte de la Filosofía (etimológicamente philo-sophia, que significa amor a la sabiduría) cuyo objeto es el estudio de las acciones del hombre para reflexionar acerca de lo bueno o malo, acerca de aquello que le acerca o aleja de su plenitud personal, entonces, diremos que la ética es una, pues una es la naturaleza humana común a todos los hombres. Si ésta es la cuestión ¿por qué actualmente prevalece una visión relativista de la ética? Sería largo explicar por qué existe el pluralismo ético y nos llevaría a un análisis de la historia de la filosofía que excede el objetivo de este artículo.
La cuestión es si la ética es una y objetiva, o en cambio, si existen muchas éticas. Definiremos la ética como el estudio que tiene por objeto la fundamentación racional de lo que debe ser la responsabilidad del ser humano para alcanzar «lo bueno» o «lo recto». Ahora, ¿cómo determinamos con exactitud y unanimidad lo que es bueno o recto? Para responder, en primer lugar, realizaré una crítica del relativismo ético absoluto que afirma «nada es bueno ni malo». Dicho relativismo ético se funda en el relativismo teórico absoluto que afirma: «nada es verdad o yo no tengo posibilidad de conocer nada verdadero». Ahora, si yo afirmo que nada es verdad estoy cayendo en contradicción pues estoy afirmando indirectamente que hay algo que es verdad, que sería «nada es verdad», luego estaría afirmando lo que niego, es decir, cayendo en contradicción. Ya decía Aristóteles en el s. IV a.C. que el relativismo absoluto es insostenible y contradictorio en sí mismo. Por lo tanto, la ética relativista absoluta es imposible de sostener. En cambio, sí que es posible afirmar la relatividad de la materia moral sosteniendo que la ética es una para todos los hombres, o que al menos, el esfuerzo de la reflexión ética debería de ser el de buscar aquello que es bueno o malo para el hombre. De ahí que veamos de fundamental importancia, y previo paso a la ética, la reflexión sobre el hombre en sí mismo, es decir, una antropología filosófica. La relatividad del contenido moral no pondrá nunca en discusión la índole personal del hombre y la dignidad humana, intrínseca y ontológica.
Con todo lo dicho anteriormente no estoy negando la existencia de un pluralismo ético (es evidente que lo hay, son muchas las posiciones éticas: la ética realista, la ética de mínimos, la ética del consenso, la ética consecuencialista y utilitarística), sino que estoy afirmando que no todas estas supuestas éticas lo sean realmente, que sean verdaderas, que lleven al hombre a la plenitud personal, a la vida lograda o vida buena (que no buena vida). Lo que aquí se ha querido sostener es que la ética tiene un fundamento objetivo innegable y es que el hombre es uno, una es su naturaleza e, independientemente de la cultura, la naturaleza humana tiene unas inclinaciones naturales (por ser ser vivo, tiende a la autoconservación; por ser animal, tiende a la reproducción para conservación de la especie; y en cuanto ser racional, tiende a la búsqueda de la verdad). De ahí que la ética sea una aunque haya relatividad del contenido moral. La ética será la búsqueda de aquellas acciones que lleven al hombre al cumplimiento de su naturaleza, a la plenitud de su humanidad, para que no suceda aquello que dijo Einstein: «nuestra tecnología ha superado nuestra humanidad».
Dra. Elena Postigo Solana
Profesora de Ética y Antropología. Universidad San Pablo-CEU. Madrid
(Revista Médica nº 31, Agosto 2003)