23/10/2022 ElDebate. Los cuidados paliativos en España han sido condenados al olvido. En los últimos momentos de una persona, en vez de brindarle el apoyo y el calor de una mano amiga mitigando su sufrimiento, se le ofrece la salida rápida y efectiva para acabar no solo con su dolor, sino también con su vida.
La Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia fue publicada en junio de 2021, pero todavía no existe en nuestro país una norma legislativa que ampare los cuidados paliativos. El apoyo, el acompañamiento y el tratamiento de quienes padecen dolores crónicos o enfermedades incurables es a lo que se dedica el doctor Álvaro Gándara del Castillo, coordinador de la Unidad de Cuidados Paliativos de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid.
A propósito de su intervención en el V Congreso Nacional de Bioética, organizado virtualmente por la Universidad CEU San Pablo, el Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala y la Asociación Católica de Propagandistas, en El Debate conversamos con el doctor Gándara sobre el nacimiento de los paliativos, la eutanasia, el eufemismo de la muerte digna y la necesidad de llenar de contenido y aprobar una ley nacional de cuidados paliativos.
–Ha comentado en su intervención en el V Congreso Nacional de Bioética que la compasión y la protección al débil son claves en los paliativos, pero ¿cuál es la base sobre la que se sustentan los mismos?
–Los cuidados paliativos nacieron precisamente porque esta persona que he citado, Cicely Saunders, y otras que trabajaban con ella, veían precisamente que en los hospitales ingleses a los pacientes sometidos a un proceso como el cáncer o una enfermedad incurable los abandonaban ahí en una esquina de una habitación.
Los médicos que iban a verle antes dejaban de hacerlo y los pacientes estaban medio abandonados, y en el domicilio igual. Y esta persona que tenía una altísima sensibilidad y unos valores de muy alto nivel se planteó que quién mejor para cuidar a estos pacientes que los profesionales de la sanidad.
Y eso fue un poco lo que estableció Saunders: el a quién había que dirigirse o quién era el objetivo de los paliativos y cómo hacerlo. Ella investigó sobre la morfina que, en aquella época, la morfina se había dado de forma errática, se consideraba una droga casi prohibida. Cicely Saunders fue quien estableció cuántas dosis había que poner y la frecuencia. En realidad, lo que sentó fue las bases de una nueva especialidad médica y de enfermería.
Ella tuvo muy claro desde un momento que los pacientes tienen múltiples problemas y todos hay que abordarlos desde un punto de vista un poco holístico, multi profesional. Un paciente que tiene un problema psicológico, emocional, qué mejor que una psicóloga o un problema de una cura, de una úlcera, nadie mejor que una enfermera, que lo hace mucho mejor que un médico.
La vida está llena de momentos en los que uno sufre. El Estado ha de dotar y servir de herramientas para poder tolerar ese sufrimiento. Álvaro Gándara del Castillo.
–¿Por qué ahora parece que se prima la muerte sobre el cuidado de la vida y se marginan los paliativos?
–Yo hablo de ingeniería social, que ha preparado la eutanasia, pero no solo esto, sino que tiene un calado mucho más profundo y está perfectamente orquestado para acabar con los valores de la sociedad, con sus raíces cristianas, con valores como la solidaridad, la familia, las parejas clásicas, la natalidad, los recién nacidos, con los débiles.
La sociedad va camino a no conocerse, a no quedar nada de las estructuras que cimentan miles de años de historia y de evolución social. Este tema del abordaje del sufrimiento no es más que una ingeniería social que lo que busca es, precisamente, primar el hedonismo, la felicidad…
La gente no quiere hablar de sufrimiento, a los niños no se les puede suspender un examen porque sufren… y al final es intolerable que el enfermo sufra. La vida está llena de momentos en los que uno sufre. El Estado ha de dotar y servir de herramientas para poder tolerar ese sufrimiento. Es mucho más complicado y hay que invertir más dinero, hay que formar a más gente. Sin embargo, la eutanasia, eso lo puede practicar cualquiera, pero quieren que lo hagan los médicos.
–Ha comentado también en su ponencia que el gasto a largo plazo de invertir en cuidados paliativos es menor que el de la eutanasia. Como usted ha dicho, un médico con su maletín que va a casa de un paciente sale mucho más barato, pero aun así no se invierte en ello.
–Se siguen inaugurando hospitales de tercer nivel para agudos llenos de quirófanos de sofisticada tecnología y el perfil sanitario ha cambiado radicalmente. Lo que hay es una carencia tremenda ahora mismo de hospitales de media estancia, confortables, donde se atiende a pacientes con muchísima patología.
La última residencia pública de Madrid se inauguró en el año 1999, el resto son privadas -concertadas, pero a las que pagan una miseria. Es muy fácil hablar de la muerte y el sufrimiento cuando, precisamente, estás impidiendo que ese sufrimiento se mejore de alguna forma, como digo yo, más civilizada.
Lo que se invierta ahora en paliativos y cuidados sociales se recoge después. La Fundación de Estudios Económicos de BBVA hace unos años publicó que el 79 % del gasto sanitario que una persona produce a lo largo de toda su vida es el último año de su vida. Estás 78 años gastando un 21 % y el ultimo año un 79 %.
A mi me suena muy mal esto de la eutanasia, porque es muy barata, muy rápida y muy efectiva, y encima se dejan de pagar pensiones y ayudas sociales. El Estado se encuentra cómodo con una eutanasia despenalizada y vamos a ver si es una idea política de la izquierda progresista cuando venga la derecha a ver si son capaces de retirar esta ley.
No les interesa saber nada de los cuidados paliativos. Lo hemos ofrecido al PP, al PSOE, a todas las siglas posibles. Álvaro Gándara del Castillo.
-¿Por qué en España no está reconocida la especialidad de cuidados paliativos?
–Porque no les interesa el abordaje de los cuidados paliativos. Cuando era presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos me llamaron de La Moncloa, cuando Rajoy era presidente, y me convocaron durante dos tardes enteras para abordar el contenido de una ley de cuidados paliativos.
La tercera tarde llegamos allí y nos preguntaron: «¿De verdad creéis que es necesaria una ley nacional de cuidados paliativos?». Me levante, les dije que no iba a perder más el tiempo y me fui. No les interesa saber nada de los cuidados paliativos. Lo hemos ofrecido al PP, al PSOE, a todas las siglas posibles.
La formación y acreditación es fundamental. Imagine que va andando por la calle y le da un infarto, le montan en ambulancia y lo ingresan en el hospital, y cuando se despierta tiene que preguntar al médico que le está atendiendo si es cardiólogo. Esto es lo que ocurre con los paliativos.
Más vale preguntar si se tiene formación sobre cuidados porque por ahí se puede colar cualquiera. Y además, mientras no seamos especialidad no somos nadie dentro de la gran ciencia médica. Nos miran por encima del hombro y piensan que somos buena gente que da morfina y coge la mano del paciente.
–¿Qué opina sobre que no exista una ley de cuidados paliativos, pero sí de eutanasia?
–Yo puedo comprender que haya solicitudes de eutanasia, incluso con una cobertura perfecta de cuidados paliativos, porque yo los he tenido. Hay gente con tal sufrimiento existencial que es muy difícil d aguantar.
Pero para eso no haces una ley, para eso no reconocer un derecho, sino establecer una mirada compasiva por parte de un tribunal que autorice en un momento determinado acabar con la vida de esa persona. Esto lo han hecho por otro lado Colombia y Canadá.
Por una sentencia del Supremo han despenalizado la eutanasia, que no regularizado y legislado sobre ella. Y, de hecho, esta persona que acabó con la vida de su mujer hace poco que por cierto fue paciente mía, está inculpado de delito de género, pero no de eutanasia.
¿Por qué? Porque el tribunal tiene que ofrecer una mirada compasiva de esa situación y el Estado no le ha cubierto. Estaba dejándose su vida, cuidando a su mujer. Se le habían negado todo tipo de ayudas sociales. Y vamos a contemplarlo como: pobrecito mío, lo ha hecho por compasión. Pero de ahí a hacer una ley que lo convierte en un derecho y en una muerte natural. Yo creo que eso es una locura.
–Usted utiliza el término muerte tranquila en contraposición a mantra de la muerte digna, ¿por qué se utiliza este eufemismo para referirse a la eutanasia?
–La gente no sabe lo que es la dignidad. Hablar de muerte digna suena tan bien, es tan bonito. Cuando me dicen «yo lo que quiero es que la gente muera de una manera digna», sí, pero cargándotela. Siempre que hablo con un paciente y hablo con ellos durante días, porque como decía Gregorio Marañón, la mejor herramienta de un médico es una silla; les preguntó ¿a ti como te gustaría morir?
Y siempre contestan que en su casa, sin dolor, consciente, rodeado de sus familiares, de cariño, con los papeles arreglados, sabiendo que ha dejado algo aquí: un hijo, unos cuadros pintados o un libro escrito. Así es como quiero yo que la gente muera y con la eutanasia no se garantiza esto ni de lejos.