Carta abierta de Marta Villa Alcázar, oncólogo pediatra
Como médico oncólogo pediatra, ya he oído demasiadas veces la misma frase: «el niño tenia una malformación incompatible con la vida, así que como iba a morir igual, lo mejor era terminar cuanto antes».
Pues no puedo estar menos de acuerdo. Hay muchas patologías que durante el embarazo son «incompatibles con la vida», pero que se solucionan cuando el niño nace. Por ejemplo, una hernia diafragmática, una estenosis esofágica, una cardiopatía… si no se opera al niño al nacer son incompatibles con la vida. Y a nadie se le ocurre abortar a estos niños.
Incluso aunque la malformación del niño sea realmente incurable (he visto demasiados errores en diagnósticos prenatales como para creérmelo) y el niño acabe muriendo al poco de nacer, no es lo mismo. Lo realmente incompatible con la vida es que te aborten. No es lo mismo morir a manos de tu madre, que morir en brazos de tu madre. No es lo mismo morir triturado por unas pinzas o absorbido por un aspirador que morir con un pediatra al lado, preocupado por que no tengas dolor ni sufrimiento innecesario y, sobre todo, no es lo mismo morir solo que morir al lado de tus padres y que ellos hayan podido abrazarte, aunque sólo sea unos segundos.
Pero sobre todo como madre, no es lo mismo perder a un hijo que terminar con la vida de un hijo. Ya es muy difícil llevar todo la vida la tristeza de haber perdido un hijo, como para añadir la angustia de que haya sido por tu decisión y acarrear eternamente la duda de qué hubiera pasado si le hubieras dejado nacer.K